¿
LIBRES... O NUESTROS ?
La
lucha por los animales no humanos en el mundo ha tomado y toma
diversos carices y objetivos diferentes, a menudo muy alejados de los
intereses reales de sus recipientes. Gran parte de lo que hoy se
consideran como derechos animales ( muerte humanitaria, cadenas más
largas, jaulas amplias, tenencia responsable, adopción...), no son
más que la
siguiente argucia en el proceso de seguir teniéndolos
bajo nuestros zapatos, sometidos a nuestros intereses y
reglamentaciones. Obsesionadas como estamos con el argumento de la
protección se cae a menudo en la sobreprotección, en el desenfreno
de la caución, olvidando que los animales morimos, tarde o temprano,
y sufrimos accidentes. Existe un histerismo dificil de justificar
bajo el concepto de derechos verdaderos
para las personas animales.
La
lucha por los derechos animales, en la cual se pretende incluir a las
demas especies sintientes en nuestra consideración moral, para
defenderlos de los ataques de nuestra especie ( porque no pretendemos
quitarle al león su derecho de matar gacelas, ni a la gacela su
deber de huir ), obvia por sistema algo tan escandalosamente evidente
como la defensa de los territorios donde estos existen. Están
desapareciendo miles de especies por ese motivo. Billones de
individuas, billones de veces UNA. Hablo de productos de origen cien
por cien vegetal, por ejemplo, cuyos ingredientes fueron hechos con
selvas devastadas y consiguiente muerte de sus habitantes, o de
agricultura intensiva y sobreexplotación de tierras, con las
matanzas de animales derivadas de ello ( caza regulativa, destrucción
de madrigueras y ecosistemas...).
Los
derechos para los animales no humanos no son un fin en sí
mismo sin la liberación de estos, sólo
son una etapa. Y la liberación de los
animales no humanos exige principalmente
abrirles de par en par todas las puertas de
nuestros cerebros y nuestros corazones, dejarlos galopar, volar,
correr, nadar, saltar... lejos de nosotras, para que regresen por
propio pie -maltrechos por milenios de dolor y muerte-, a los
lugares de donde los secuestramos para construir nuestra
civilización. Los derechos animales no consisten en tratar
mejor a las personas no humanas sino en dejar de tratarlos.
Al abrigo de ese mismo precepto se basan todos los derechos
fundamentales atribuidos para las humanas ante nosotras, en el
precepto de identidad reconocida, voluntad no vulnerada, vida
respetada y libertad garantizada. Bajo ese prima no debemos tratar
a las mujeres porque ellas saben muy bien tratarse solitas, sin
nuestro paternalismo. Particularmente el termino tratar,
o trato,
me recuerda mucho al trato especial
que las nazis ofrecian a las
judías...
Los
derechos humanos, bien en favor de las opciones sexuales, la
equidistancia social entre géneros,
la integración racial, la defensa de la infancia o de la libre
circulación de las personas humanas, por ejemplos, se comprenden por
la suposición vinculante de la integración voluntaria por parte de
las individuas potencialmente favorecidas por dichas precripciones
legales. Dada esa presunción de existir en el marco de la sociedad
humana es que podemos ofrecerles los beneficios que pudieran emanar
de ello. Pero ¿
cómo se aplican derechos fundamentales a individuas que no necesitan
ni quieren vivir con nosotras ?. Los derechos animales no están
dirigidos solamente a palomas, gorriones, cigueñas,
ratas u otros animales que deciden existir en nuestras poblaciones
sino que se tratan de un principio universal de protección de todas
las especies animales ante nosotras mismas, una defensa ante nuestra
crueldad de protoespecie. Si realmente pretendemos liberar a los
animales no humanos de nuestra dominación y nuestro utilitarismo
herramiental es decir, liberarles de su estatus de cosas, debemos
permitirles construir libremente sus propias sociedades en sus
propios ecosistemas, con sus propio derecho a equivocarse y a
comportarse mediante conductas que nos pueden parecer crueles pero
que forman parte de su propio camino evolutivo. No consiste en seguir
teniéndolos bajo
nuestro cuidado o
someterlos a nuestra cosmovisión, sino
en que regresen a la vida que llevaban antes de que iniciaramos la
cruenta y depravada posesión, hace casi dos decenas de miles de
ańos, cuando el inicio de la agricultura nos sugirió que los
animales eran como las plantas, susceptibles de ser encadenados,
dominados, encarcelados, y explotados como si no fueran individuos,
sino agentes pasivos circunstancialmente vivos. Meros
portadores de nuestros abrigos, nuestra carne, nuestra fuerza
bruta...
Los
derechos animales son sólo el boceto de los verdaderos intereses de
las personas no humanas, su liberación de nuestro punto de vista.
Las razas animales son consecuencias del racismo humano, por lo tanto
el perro debe desaparecer para regresar al lobo original. El cerdo
debe tener garantizados sus espacios vitales en su ecosistema
original (emparentado a la babirusa y al jabalí),
el gato debe regresar a África,...
y así
sucesivamente. Si queremos observarlos debemos, respetuosamente,
hacerlo en sus espacios naturales. Debemos retirarnos de millones de
hectáreas donde
nuestra expansión invasiva ha llegado, debemos gestionar el planeta
sin prepotencia, pensando en él
como un vecindario y no como recurso.
Eso es lo que podriamos denominar veganismo profundo.
Dentro
de ese principio de derecho liberador y conforme a nuestra ética,
podría ser
admisible -y aún
recomendable- la ayuda a aquellas individuas que precisaran nuestra
ayuda ( de hecho es
el único motivo
que encuentro por
el cual debieran vivir junto a nosotras ), especialmente a aquellas
individuas que
deciden coexistir con nosotras. A ellas les debemos garantizar
derechos sin obligaciones, y solventar los conflictos derivados de
laq convivencia, respetando los
intereses de ambas especies -a veces confrontados-, mediante
soluciones no letales, compasivas y racionales.
Dejar de consumir animales es un inicio solamente. El decrecimiento
industrial, la reducción del consumo en general, los productos
locales y de temporada, la racionalización de nuestras necesidades
y el largo etcétera
que llama utopía
a las soluciones prácticas
y reales. Pudiera ser que el sueño
de la razón produjera maravillas y no monstruos.
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