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sábado, 29 de diciembre de 2012

ECOLOGISTAS Y ANIMALISTAS



                            “La Naturaleza es la mejor maestra de la verdad”.
                                                                               San  Ambrosio


                                ECOLOGISTAS Y ANIMALISTAS





            La búsqueda de la felicidad no es algo que me preocupe especialmente, porque viene sola. Escuchando las voces del bosque es automático encontrar esa felicidad. Somos por así decirlo, naturalmente felices. Sin embargo pervertimos esa gracia innata con banales asuntos humanos y deseos postizos. Millones de personas en “el mundo depredador del mundo depredado”, son infelices por la terca obstinación en vivir vidas ajenas, atiborrandose de antidepresivos y antiansioliticos persiguiendo objetivos sin sentido. Desatendiendo consciente y febrilmente las voces del equilibrio y la sencillez, que colindan puerta con puerta con la armonía y son indisolubles a la naturaleza, o limítrofes en el peor de los casos. 

            El asunto no está en desmitificar la civilización para atribuirle a la naturaleza valores por encima de los que posee, sino atender a los hechos fisiológicos, racionales y emocionales que nos demuestran que somos carne viva emparentada a la tierra, y que olvidándonos de ese hecho, nunca conseguiremos la felicidad que nos corresponde por ese hecho de consciencia. El ser humano se cree tan especial y superior, de no estar sujetos a las leyes de la naturaleza sino a las leyes de dios, o de la ciencia conocida, que vienen a resultar similarmente antropocéntricas. La ciencia no es la respuesta, sino eventualmente “una” respuesta, una herramienta si queréis. Ante las dudas, conviene ser sensatas aplicando un principio de cautela a la hora de relacionarnos con la naturaleza y sus criaturas: nos va el futuro en ello.

            Todo aquello que no es ecológico es ecoinsensato, o, en el mejor de los casos- ecoilógico. Si por ejemplo la comida ecológica es -como su nombre indica- lógica, ello desprende que la “comida” convencional o transgénica es, damas y caballeros, ilógica. Cae por su peso, y sin embargo resulta curioso este apelativo pues proviene de un animal que se denomina a sí mismo racional. A pesar de todo compramos comida basura porque es mas barata, y de ese modo nos queda mas dinero para malgastarlo en otros venenos y otros prescindibles.

            “¡La tierra es de quien la trabaja!”, escucho gritar dentro de mi, un grito profundo, telúrico, alto, claro y decidido. La tierra para quien la trabaja y un día volver a la tierra después de una vida de regarla con el sudor y mirar hacia arriba en rogativa del agua. No más esclavas, no más jornaleras a sueldo miserable, no más tratar a la tierra y a la vida como recursos, la prehistoria nos grita al oído y no lo escuchamos. Comparar la tierra con la madre es un error parcial, porque tarde o temprano nos debemos desprender de la madre para vivir adultas y autosuficientes, aunque sea esencial tener la madre como referencia. La tierra es, simplemente, el agua, el aire, la comida, lo único necesario a nuestra naturaleza animal. 

            La tierra no es de nadie, nos “pertenece” de un modo no posesional, sino condicional y limitado, como nos pertenece el aire que inspiramos y expiramos, o el agua sin la cual moriríamos de un horrible sufrimiento; como modo de supervivencia, el resto es inventado, pervertido, nauseabundo. Y las faunas que en ellas nos movemos, al igual que la tierra, no pertenecen más que a la vida, y al derecho a vivir. Quien explota a las personas que se dejan la piel para vencer el hambre, por el mero afán de enriquecerse, no es muy diferente de quien explota un cerdo para despedazarlo y mercar con su cadáver para echárselo de comer a las fieras verticales, a esas estúpidas inconscientes que visten corbata y entienden el reglamento del balompié.
                                                   http://vegangrafik.blogspot.com/             

            46 mutaciones radioactivas diferentes se detectaron en los animales que sobrevivieron al desastre nuclear de Chernobil. Decenas de años despues se siguen manteniendo las lecturas del nivel de radioactividad en los animales y plantas que siguen viviendo alli, provocando malformaciones y abortos en las nuevas generaciones. El abuso masivo de agua para la refrigeración de las plantas atómicas, así como la eutrofización traumática de los sistemas ecuáticos, y por supuesto el latente riesgo de explosión, fuga, incendio o cualesquiera de los numerosos accidentes, sucedidos anualmente durante la producción de electricidad nuclear, debieran ser suficientes para considerar la energía nuclear como poco o nada límpia, costosa y nociva al medio ambiente.

            Las enormes granjas de molinos de viento matan cada año miles de aves con sus hélices, así como resulta innegable la masacre biológica de las presas fluviales de generación de electricidad y el empobrecimiento de biodiversidad que cometen por falta de interelación entre cauces, sedimentaciones y acceso a tramos del río. Estos son dos casos más que ejemplifican que una postura radicalmente ecológica es el único camino coherente -hasta la fecha-, en defensa de los animales y por supuesto del propio planeta donde fauna y flora existimos. 

            Existe una especie de alergia urticante por parte de los movimientos animalistas a ser denominados ¨ecologistas¨, una absurda reacción que pretende segregar lo que es considerado como bueno para la tierra de lo que es bueno para los animales. Olvidando que cada vez que se tala un árbol se mata a cientos de animales y se deshaucian a muchos otros tantos, especialmente innecesario cuando ese árbol va a ser utilizado para absurdos folletos publicitarios de ofertas de pechos inmensos, champúes de rebaja y ropa de marca a precios de locura.

            El movimiento ecologista y el movimiento animalista deben aprender a ser pareja de hecho, por supuesto en armonía a la lógica contemporánea, que no va a permitir que una persona se denomine a sí misma ecologista si come carne. La personas omnívoras no son ecologistas, son, simplemente, ignorantes. Con todos mis respetos y conciencia de que yo misma comí carne. Porque si a decenas de miles de hectáreas de bosque tropical taladas diariamente para  producir carne, leche y huevos, acidificación de la tierra y aguas subterráneas, liberación de metano a la atmósfera, y otros muchos desastres derivados de la explotación animal puede llamársele una práctica ecológica, entonces ese pensamiento es fruto del más profundo desconocimiento. Estamos hablando de una catástrofe ecológica global provocada por la gula y el capricho gastronómico, por no hablar de la adicción a la importación de grano americano.
Comer carne y mantener una postura coherente con la ecología son actitudes incompatibles. No es una opinión. A ello añadirle el factore moral de que el ecosistema de la vaca no es una nave de ordeño, el origen natural del cerdo no es la granja de cría y engorde, y que el perro debe volver al bosque, los gatos a África y a ciertos bosques, el ser humano deberia abandonar todos los territorios donde no crecen vegetales comestibles. Asi veo la ecologia profunda y sostenible, asociada claro está a un proceso civilizatorio no enfocado exclusivamente a la tecnología, sino al desarrollo de la ética, nuestro verdadero bien evolutivo, sin víctimas.

            Los argumentos animalistas en contra de la ecología no son mucho más inteligentes que los ecologistas en contra de los animalistas, seamos realistas. El hecho de concentrar la ampliación de los derechos y obligaciones de la esfera ética social a las individuas ( únicas e irrepetibles ) por encima de los grupos específicos, no la convierte en más legítima que el hecho de defender a una manada, un rebaño, un grupo social animal o una especie. Cada ecologista concienciada debiera llorar y lamentar la pérdida de una sola individua. No exclusivamente desde el punto de vista ético, sino por ejemplo, desde el hecho de que esa ultima individua pudiera ser una hembra reproductora, o que incluso pudiera ser una de las últimas -o la última-, hembra reproductora de una determinada especie. Asimismo cada animalista debiera lamentarse por la pérdida de una bandada, una especie o de la repentina ausencia de un determinado animal en un determinado ecosistema. Pienso que hay carencias de comprensión por ambas partes.

            Tan radical como es malentendido el veganismo pudiera ser la radicalización en el consumo de recursos, especialmente comprendiendo cómo hemos creado con nuestros monederos esta sociedad, la cual si bien ya nos vino heredada, nos empeñamos en mantener tan depredadora como siempre. La mantenemos mediante prescindibles compras de objetos inútiles destinados a satisfacer nuestro ego, así como a prácticas antiecológicas ( o sea, especistas ).

El planeta tiene los días contados, de modo natural o de modo artificial. Dentro de algunos millones de años el sol se convertirá en una estrella gigante blanca, después una enana roja y después toda su increíble masa de energía y materia se replegará sobre sí misma para crear por absorción un agujero negro, es decir, un espacio en plano negativo que crecerá absorviendo todos los cuerpos celestes que se encuentren en el radio de su acción, asi como su energía. Es el ciclo de las estrellas, una teoría según los astrónomos, una hermosa poesía segun las rapsodas. En cualquier caso, ninguna película. Algún día el planeta Tierra, sin nosotras dentro, se calcinará debido a la subida de temperatura de la gigante blanca. El mundo tal y como lo conocemos no existirá.

En este escenario no parece trágico que desaparezcan cada año miles de especies de la biosfera por nuestra culpa. Pero los datos que aquí ofrezco omiten la dimensión animal del asunto, la verdadera cosmovisión del ser humano: su propia altura.

Mientras tanto la degradación del planeta debida a la acción del ser humano es patente e irreversible en algunos casos, ignoro si el ser humano sabrá parar ( en todo caso ya es demasiado tarde para muchas ), pero si no sabe hacerlo, sencillamente, nuestra especie se extinguirá. No destruiremos el planeta, sobrevivirán las bacterias, que generarán nuevas formas de vida, tan o más exquisitas que las actuales, pero felizmente sin nuestra nociva presencia. Es un alivio saber eso. Pero aquí sentadas sobre las cenizas de los crematorios del mundo, ardiendo de impotencia, viendo cómo discuten y pelean entre sí las diferentes facciones de la defensa de la vida. No puede una menos que entristecerse porque independientemente de que ganen unas u otras, pierde siempre la vida, y ambas posturas, tal y como están hoy día planteadas, tienen víctimas en sus estrategias.
                                         http://vegangrafik.blogspot.com/   

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