Cuando el poeta palestino Marwan Makhoul escribió este poema:
¨Para escribir una poesía
que no sea política
debo escuchar a los pájaros
pero para escuchar los pájaros
hace falta que cese el bombardeo¨
se refería a su país invadido, en la imperiosa necesidad de proyectar nuestras sensibilidades y querencias, nuestras verdaderas pasiones y nuestra interioridad en el lenguaje y el modo que nos apetezca y sintamos, sin el ruido de la inconsciencia, la normalidad del crimen o la lógica que alguien pretenda otorgar a la barbarie. Las activistas por los derechos humanos, la ecología o los animales nos sentimos reflejadas en esas palabras de Makhoul. Millones de personas que desearíamos tener vidas completamente relajadas, dedicadas a vivirlas en lugar de luchar día y noche, debatir, argumentar y contrargumentar, cuidar a las dañadas, estresarnos, sufrir, llorar, perder, enfadarnos, agotar energía, recursos, dinero y tiempo y en resumen todo lo que conlleva empujar unos cambios sociales en beneficio de otras que no seamos nosotras. Ser generosas, en resumen, traspasar los lindes del yo. A todas nos encantaría disfrutar al 100% de nuestro tiempo y vidas... pero antes necesitamos que nadie sufra, y la lucidez de ese acto de empatía conlleva una cierta soledad. La toma de conciencia, el arañazo constante de la injusticia, la desesperación de miles de millones de personas de nuestra y otras especies, nos impelen a levantarnos del sofá de la indiferencia, renunciando a menudo a ellos para alzar la voz junto a la de quienes no son escuchadas, pero gritan. Traducirlas a quien no sabe idiomas, darlas espacio en nuestro espacio, para que griten a través de nuestro cuerpo, palabra y actos.
Esos gritos gritan en el yiddish de aquella europa, en lenguas tribales en la Abya Yala desindigenada por la avaricia colona -algo que el poeta Makhoul conoce muy bien-, en las miles del lenguas contra el colonialismo en África, las defensoras de ecosistemas, bosques, animales condenados y a los propios animales. Las voces estridentes - inaudibles a la falta de escrúpulos- de los peces retorciéndose en la cubierta del barco, secuestrados de su casa de océano, las de cerdos, vacas, pollos condenados a ser triturados por la gula humana, los bosques antiguos deforestados, y cientos y cientos de horribles realidades que la biosfera padece por mano humana. Lamentos que una mayoría impasible desoye, pero que cualquier persona decente y sensible no soporta escuchar y en lugar de taparse los oidos, decide hacer algo, lo que pueda, lo que sepa.
...Otra persona que me lo dice. Una más. Dándome su versión partidista y lasa, arrojándome lecciones en detrimento de los postulados animalistas, despreciando a los animales, disertándome acerca de cómo es la gente y el mundo, imaginando quizás que vivo en otro planeta, cuando en realidad lo hago más y muy profundamente en este, más conectada, viendo a las víctimas que ella no logra ver. Otra persona avisándome paternalista en una marcada línea de meatplainning de que no puedo ser tan radical, de que un cerdo no es un perro, de que no debo ser tan urgente, tan radical. Otra persona más pretendiendo que no la moleste al cuestionar sus caprichos y sus criminales conductas, ordenándome que mejor ayude a los seres humanos, que sea realista, o lanzándome sus podridas machoteorías antropológicas sobre el consumo de carne, las proteínas ¨de calidad¨, el tipo de sangre, la antigüedad del especismo, los puestos de trabajo que se perderían, la conjetura de la devaluación del valor humano ante la supuesta inferioridad de los demás animales o -ya en el colmo de la estupidez- la pretendida superioridad que las veganas nos arrogamos por encima de las carnistas, como ¨argumentos de peso¨ contra el veganismo. Patético. Otra conversación idiota, otro debate sin voluntad de debate. Otra idiota que no quiere. Cansa siempre, pero el cansancio no es para nosotras un derecho, sólo un obstáculo. Basta ver un camión cargado de inocentes al matadero, para que nuestros problemas parezcan menores y lo sean. Otra persona que parasita de mi tiempo, que insiste en doblegarme cuando escojo al azar con quién hablar sobre el tema, al azar o porque me pareció adivinar que podía ser capaz de comprenderlo. Otra idiota que finge no serlo, que finge no parecerlo. Otra inteligencia al servicio exclusivo de su ego.
Otra inteligencia al servicio de su ego, que usa la empatía a su gusto, la solidaridad con excepciones, la ética a la carta, la paz discriminada… queriendo obviar que todo es más sencillo, menos discursivo. Las palabras que tanto usamos y que tanto agotan cuando quien las lee o escucha alza en defensa de su capricho un muro de indiferencia, o se enzarza en cualquier frase hecha o argumento barato que haya escuchado para esquivar el sentido común. y poder seguir ignorando la espeluznante mirada de una vaca cuya oportunidad de vivir y ser feliz -la única que la pertenecía en el universo porque carecerá de otra-, la ha sido negada por un cuchillo. Únicamente el placer de paladear vidas es el motivo de matarlas, lo cual nos empuja a la reflexión de qué vidas más vacías tienen quienes no pueden renunciar a unos pocos sabores que a alguien cuesta su vida. Los animales no nos piden que hagamos acción directa, ni que salgamos a la calle a defenderlos, ni que firmemos peticiones, ni que nos involucremos en acciones de concienciación. No piden que apoyemos nada, ni siquiera que nos posicionemos. No piden que hagamos absolutamente nada, lo único que necesitan es -paradójicamente- que dejemos de hacer, la inacción completa que, además, será más económica para esas personas. Dejar de consumir productos de origen animal, dejar de pagar para que los encarcelen, los hagan nacer y los separen de sus madres, los ceben en la oscuridad, los eduquen en el terror convirtiendo sus cortas vidas en infiernos y luego los asesinen y descuarticen. Los animales suplican con su mirada previamente muerta que NO hagamos nada. Ellos no necesitan nada de nosotras, ni que consumamos esto o lo otro, sino que dejemos de verlos como comida, ropa o diversión, lo mismo que las niñas sólo quieren que los pederastas no las violen. Defender a los animales es NO pagar para que los maten y esclavicen, no es dificil de entender. La gente tiene una vida abarrotada de posesiones, los animales sólo tienen su vida y su libertad, y es cuanto quieren y necesitan. Igual que nosotras, por otra parte.
Una conservación natural que no tienda a lo salvaje, es jardinería. La educación es una muy limitada e inestable herramienta, porque en realidad nos educamos y deseducamos a diario según nuestra conveniencia. En la publicidad, en los libros que leemos, en las relaciones sociales, en lo que pensamos sobre el mundo y la sociedad, cada día tomamos decisiones, comenzamos o dejamos de hacer cosas. La propia vida nos cambia la vida; lo aprendido puede ser desaprendido, lo construido es deconstruido e incluso derribado, somos elásticas, adaptables, eso no es un problema. El problema es pretender disponer de vidas que no nos pertenecen. En el ámbito humano el crimen está muy regulado, hay un código civil y penal al respecto, que legisla siempre entorno al mismo postulado básico: nadie nos pertenece, entonces sólo sería cuestión de ampliar el círculo de beneficio y respeto, e incluir a las otras especies animales.
Todo proyecto político debe garantizar que se detenga el mundo si una niña llora o un animal es matado. No es demasiado radical, o en cualquier caso no lo es más que dañar a alguien. Es tan fácil como querer hacer o dejar de hacer, e incluso ello puede ser decidido en el momento, sin una transición, como dejar de fumar se logra con voluntad y convencimiento. El veganismo es un ensanchamiento de nuestra ética, así como el activismo exige comprender los comportamientos injustos, pero no aceptarlos. Todo contrato que no pueda ser rescindido por una de las partes cuando lo desee, es esclavitud, así que los animales jamás trabajaron para nosotras. Todos los avances éticos de la civilización han sido propiciados porque ni pusimos la otra mejilla, ni perdonamos, ni olvidamos, sino que hicimos todo lo posible legal y socialmente para evitar que nos golpearan de nuevo. A eso lo llamamos civilización. Quien se somete construye cultura de sometimiento, quien perdona permite que se siga cometiendo lo que perdonamos, quien olvida, condena a repetir los crimenes ya sucedidos. El aplauso de ninguna multitud legitima un crimen.
Esencialmente, el vegetarianismo es el mito del no dañar, la fantasía de que no comiendo carne se salvan vidas. La estrategia nomeatwashing elude la incómoda verdad de que para que haya leche en abundancia y despilfarro, cientos de millones de terneras recién nacidas deben ser separadas de sus madres, rompiendo un vínculo antiquísimo y primordial con consecuencias traumáticas para ambas, para luego ser carnificadas. El vegetarianismo como ideología de orígenes religiosos pretende que las gallinas ¨dan¨ huevos, ocultando que hay secuestros y robos, millones de pollitos triturados vivos o asfixiados en bolsas. El vegetarianismo es el infantil alivio de pensar que meter un brazo entero dentro de la vagina de una vaca para colocar su útero e inseminarla con esperma extraído al toro con violencia, no es una violación. El vegetarianismo propícia la deforestación del mundo para alimentar a vacas y gallinas, el vegetarianismo provoca la desertización de los océanos para hacer con los peces harinas de engorde de animales en granjas, la farmacodependencia de la explotación animal y la adicción a la lactocaseína de la leche y el queso. Todo eso y más, es vegetarianismo. El vegetarianismo es un lavado de conciencia, aunque haya sido el camino de mucha gente -me incluyo- hacia el veganismo, el cual SÍ es salvar vidas. Millones de personas, prolongando un vegetarianismo durante décadas o durante toda su vida, lo que hacen es muy similar a lo que hace el carnismo: satisfacer sus paladares a costa de agonía, sufrimiento y muerte prematura, justificándose con balbuceos morales.
Leí una encuesta donde preguntaban a la gente carnista que si preferían un activismo suave por los animales a uno directo con imágenes terribles de lo que les hacemos a las no humanas. Todas eligieron métodos suaves. Nadie con ganas de comer carne y sin la más minima intención de renuciar a ella, va a preferir que la incomoden con los modos en que un filete es traído a un plato o la leche a un vaso. En el activismo, en cualquier lucha, los métodos de acción los elige el dolor de la persona. Hay quien sostiene una pancarta, hay quien rompe una granja. Por supuesto que matar toreros no es viable, ni desde el punto de vista de derechos fundamentales, ni desde lo pragmático, porque mientras la tauromafia no se erradique, no faltarán imbéciles éticas dispuestas a vestirse de luces ni otras imbéciles gritando olé. Pero quitando vulneraciones directas a personas, creo que habrá todo tipo de activismo legítimo, desde quien tira piedras al ejército israelí, hasta quien recoge firmas para ilegalizar la ablación a niñas, pasando por la muchacha que mata a su violador en defensa propia. Antes de promover un veganismo capitalista, hay que ver a las otras víctimas que condenamos cuando salvamos a unas. Hay que politizarse un poco y calibrar si todo vale, si todos los métodos son buenos o si todos los que no nos gustan o no aplicamos, son malos por ese motivo.
Las palomas parecen comer desordenadamente, al no poder inmovilizar la comida con las patas, la picotean enérgicamente, dispersándola por el aire, quedándose con un sólo bocado por vez, los trozos caen junto a otra paloma, que repite el gesto y pasa la comida a otra paloma. Así van pasándose unas a otras, sin querer o queriendo, y comen todas. No lo hacen por estricto altruismo, pero el método funciona. Ese es el objetivo de la radicalidad por los derechos de las demás, de las vulnerables y las inocentes, un método de funcionamiento que sin esfuerzo o con él, garantice inviolabilidad y vida, libertad y paz para todas las personas, pertenezcan a la especie que pertenezcan. Seguiremos en ese camino.